Las
máscaras son representaciones de potencia y equilibrio entre el hombre y
la naturaleza, intermedian entre el mundo de los dioses y los hombres.
Son el enlace con los antepasados y los mitos del grupo; en el contexto ritual son un ente creador de orden en contraposición al caos.
En la cultura chané las utilizan solamente en la Ceremonia del Arete. Consideran que siendo una fiesta a la que concurren los vivos y los muertos, estas impiden que las personas sean dañadas por algún pariente ya difunto que, por añoranza, intente raptar el alma de uno de los seres queridos. A esta intención precautoria se añade el carácter lúdico de impedir que los participantes sean descubiertos en su verdadera personalidad.
La razón de ser de una máscara es que será habitada por los espíritus. Si el espíritu a ser representado no logra plasmarse en la imagen de la máscara, ésta carecerá de fuerza. El ritual que la use será poco eficaz, y las plegarias y ofrendas no alcanzaran todo su significado ni sentido.
Las usan exclusivamente los hombres y tienen tres opciones:
Aña-ndechi: representa a los aña o espíritus de los ancianos y consiste en un rostro humano, generalmente sin agregados.
Aña-hanti o Aña-tairusu: simboliza a los aña de los jóvenes. Presenta un rostro humano que en la parte superior lleva una cresta elevada llamada hanti decorada con motivos geométricos, representaciones de astros o la figura del jaguar.
Aña de los animales: representa el espíritu o dueño de los animales. La función es custodiar las especies.
Son el enlace con los antepasados y los mitos del grupo; en el contexto ritual son un ente creador de orden en contraposición al caos.
En la cultura chané las utilizan solamente en la Ceremonia del Arete. Consideran que siendo una fiesta a la que concurren los vivos y los muertos, estas impiden que las personas sean dañadas por algún pariente ya difunto que, por añoranza, intente raptar el alma de uno de los seres queridos. A esta intención precautoria se añade el carácter lúdico de impedir que los participantes sean descubiertos en su verdadera personalidad.
La razón de ser de una máscara es que será habitada por los espíritus. Si el espíritu a ser representado no logra plasmarse en la imagen de la máscara, ésta carecerá de fuerza. El ritual que la use será poco eficaz, y las plegarias y ofrendas no alcanzaran todo su significado ni sentido.
Las usan exclusivamente los hombres y tienen tres opciones:
Aña-ndechi: representa a los aña o espíritus de los ancianos y consiste en un rostro humano, generalmente sin agregados.
Aña-hanti o Aña-tairusu: simboliza a los aña de los jóvenes. Presenta un rostro humano que en la parte superior lleva una cresta elevada llamada hanti decorada con motivos geométricos, representaciones de astros o la figura del jaguar.
Aña de los animales: representa el espíritu o dueño de los animales. La función es custodiar las especies.
El historiador santafesino Hipólito Guillermo Bolcatto, nos cuenta: “Los
chané son creadores de originales máscaras que usan en la fiesta anual
de la cosecha del maíz, cuya fecha coincide parcialmente con nuestro
carnaval, pues tiene comienzo dos semanas antes y termina dos o tres
semanas después. Los rasgos más salientes de ese carnaval consisten no
sólo en el simple uso de la máscara, sino también en el sentido
mágico-religioso que éste tiene. La máscara chané lleva el nombre
genérico de aña-aña (aña: espíritu, muerto, demonio).
Para construir su máscara, el joven chané debe internarse en el monte, solo, provisto de un hacha, un machete y un cuchillo, en busca de un samóu (Palo borracho). A veces debe recorrer varios kilómetros hasta encontrarlo. Una vez cortado el árbol, con su tronco confecciona varias máscaras, valiéndose del machete y el cuchillo. La madera del samóu recién cortado es blanda y muy fácil de tallar. Este trabajo debe realizarse en la soledad, secretamente, para que llegado el momento de usar las máscaras nadie pueda reconocer a su portador.
Para construir su máscara, el joven chané debe internarse en el monte, solo, provisto de un hacha, un machete y un cuchillo, en busca de un samóu (Palo borracho). A veces debe recorrer varios kilómetros hasta encontrarlo. Una vez cortado el árbol, con su tronco confecciona varias máscaras, valiéndose del machete y el cuchillo. La madera del samóu recién cortado es blanda y muy fácil de tallar. Este trabajo debe realizarse en la soledad, secretamente, para que llegado el momento de usar las máscaras nadie pueda reconocer a su portador.
El trabajo posterior se efectúa solamente por medio de un cuchillo, comenzándose por excavar el hueco que será luego la porción en que se introduzca (sólo en parte) la cara de quien la use. Un tipo de máscaras se configura como una cabeza de animal o de rostro humano; otras se componen de dos cuerpos o porciones diferenciadas aunque talladas en el mismo y único bloque de madera. Las que se utilizan durante todo el tiempo del carnaval representan a jóvenes y se denominaban aña tairusu (joven). Se caracterizan por tener una prolongación en forma de pantalla por encima de la cara, llamada hanti (Hanti: cuerno, asta), por lo que a estas máscaras se las conoce también con el nombre de aña hanti.
Cada individuo construye tres de estas máscaras, con distintos dibujos en el hanti, para usar a lo largo del día. La máscara que se usa por la mañana lleva dibujado o calado un sol. Al mediodía se usa otro modelo, que suele llevar una pequeña visera tallada en la misma madera, para resguardar la vista. Los motivos decorativos del hanti de estas máscaras son muy variados y consisten en flores, animales, figuras humanas o simples dibujos geométricos, calados o pintados.
Cuando comienza a caer el sol, el joven chané usa otra máscara, ya sin visera y cuyo hanti lleva dibujadas o caladas figuras asociadas con la noche, tales como murciélagos, estrellas, etc.”.
Los
chiriguanos, son del grupo de lengua Tupí - Guaraní que desde el
Amazonas ocuparon sectores de Paraguay, Bolivia y Argentina.
Fue
el punto culminante de su expansión hacia el sur, en la búsqueda
mesiánica de la "Tierra sin mal" o de nuevas tierras para cultivo.
Eran
agricultores sedentarios, a base de mandioca, zapallos, batata y maíz.
La técnica de cultivo era la típica "milpa" amazónica: talado de
árboles, corte de la maleza, incendio y posterior cultivo sobre el
terreno quemado. La tarea era compartida entre hombres y mujeres, los
primeros se encargaban del talado, ellas del sembrado, cuidado y
cosecha. Lo producido era almacenado en graneros construídos sobre
pilotes.
Caza
y pesca eran actividades secundarias de subsistencia. Las viviendas de
planta circular con techos cónicos, eran comunales albergando hasta cien
individuos. Un conjunto de ellas constituían una aldea generalmente
ubicada en las cercanías de un río.
En alfarería mostraba la influencia andina en sus formas.
La
familia extensa era el núcleo de la comunidad. Cada aldea estaba a
cargo de un jefe de carácter hereditario, con autoridad no cuestionada.
Se le denominaba "mrubicha", tenía lugartenientes ("igüira iya"),
hechiceros benignos ("ipaye") y capitanes de guerra ("queremba").
En
tiempos de guerra los caciques de cada aldea pasaban a depender del
cacique regional ("tubicha rubica", "el más grande de los grandes").
La antropofagia estaba muy difundida y ligada a prácticas relacionadas con la toma de potencia del enemigo.
Entre
los siglos XV y XVI sometieron a los Chané a los que esclavizaron.
Algunas crónicas indican que ese dominio se sustentó en una sistemática
antropofagia que prácticamente devastó a los Chané.
(Nuestros paisanos los indios -Carlos Martínez Sarasola. Emecé 2005)
Fuente: www.pueblosoriginarios.com
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