In the Land of the Head Hunters
Edward Sheriff Curtis nació en 1868 al poco tiempo de finalizar la Guerra Civil de Secesión y cuando los Estados Unidos retomaban, tras exterminarse mutuamente, la llamada Conquista del Oeste y la matanza de los pueblos que durante siglos y siglos habían poblado esos territorios. La formación fotográfica y etnológica de Edward Curtis fue eminentemente autodidacta. Hacia 1891 cuando Curtis se trasladó a Seattle y creó allí su propio estudio de fotografía todas las tribus aborígenes del Norte de América entre México y Canadá habían sido diezmadas y reducidas a vivir en “reservas” (una especie de campos de concentración), o bien a integrarse como lumpenproletariado en la escala más baja de la cultura de los anglosajones. En esa época imperialista el racismo estaba extendido en toda Europa y los puritanos misioneros que formaban el contingente de Ocupación de las tierras indias habían sido formados en el odio racial proveniente de las guerras de religión europeas.
Interesado por las culturas indígenas Curtis comenzó a viajar y a fotografiar a unos colectivos de los que su declinar se percibía con toda claridad. Por eso escribiría más tarde: “La muerte de cada hombre o mujer significa el fin de alguna tradición, de algún conocimiento o rito sagrado, que sólo ellos poseen. Por lo tanto, la información que pueda ser recopilada para las futuras generaciones debe recogerse ahora o la oportunidad se perderá para siempre”. La ambigüedad del etnólogo embargó a Curtis y fue una sombra constante sobre su trabajo. Al recoger la cultura en los libros, como bien señaló ya el Fedro de Platón y guardarla en un depósito no vivo, la memoria de un pueblo se desgaja de éste, al tiempo que se preserva respecto a su destino; pero eso que al mismo tiempo les salva también los destruye. En ese sentido se expresaba el célebre antropólogo Lévi-Strauss cuando nos recordó que la cultura Occidental se dedica a rendir homenaje a aquello precisamente que destruye: “De hecho, hablamos con naturalidad de los «pueblos sin historia» (para criticar quizá a los que son más felices)” (Lévi-Strauss Raza e historia, cap.4)
Edward S.Curtis dedicaría su vida entera a fotografiar y conocer a los indios norteamericanos en el último momento de su existencia como pueblos independientes. Con la técnica de la difuminación en sus fotografías supo captar bien la idea de unos pueblos en extinción debido a las violentas masacres acaecidas con la Ocupación de sus tierras. La obra de su vida además de la fotográfica incluye los veinte volúmenes que escribió bajo el título genérico: “The North American Indian”, cuyo primer tomo fue publicado en 1907 y el último de esta primera edición en 1930. Para recaudar dinero y llevar a cabo su labor estuvo obligado a pedir dinero al millonario banquero Morgan o a rodar películas de género indio como “In the Land of the War Canoes” (1914), donde convierte a unos pescadores de salmones en cazadores de ballenas, pues tenía que falsear la realidad para hacerlas atractivas al público. Pero eso le permitió llevar adelante su vasta obra de veinte volúmenes cada uno de los cuales está dedicado a una tribu particular o a un grupo de ellas, así como realizar miles de fotografías. Murió nuestro fotógrafo y etnógrafo amateur en 1952, en pleno olvido y hasta los años 70 del pasado siglo no volvería a haber interés por su trabajo y su legado.
Interesado por las culturas indígenas Curtis comenzó a viajar y a fotografiar a unos colectivos de los que su declinar se percibía con toda claridad. Por eso escribiría más tarde: “La muerte de cada hombre o mujer significa el fin de alguna tradición, de algún conocimiento o rito sagrado, que sólo ellos poseen. Por lo tanto, la información que pueda ser recopilada para las futuras generaciones debe recogerse ahora o la oportunidad se perderá para siempre”. La ambigüedad del etnólogo embargó a Curtis y fue una sombra constante sobre su trabajo. Al recoger la cultura en los libros, como bien señaló ya el Fedro de Platón y guardarla en un depósito no vivo, la memoria de un pueblo se desgaja de éste, al tiempo que se preserva respecto a su destino; pero eso que al mismo tiempo les salva también los destruye. En ese sentido se expresaba el célebre antropólogo Lévi-Strauss cuando nos recordó que la cultura Occidental se dedica a rendir homenaje a aquello precisamente que destruye: “De hecho, hablamos con naturalidad de los «pueblos sin historia» (para criticar quizá a los que son más felices)” (Lévi-Strauss Raza e historia, cap.4)
Edward S.Curtis dedicaría su vida entera a fotografiar y conocer a los indios norteamericanos en el último momento de su existencia como pueblos independientes. Con la técnica de la difuminación en sus fotografías supo captar bien la idea de unos pueblos en extinción debido a las violentas masacres acaecidas con la Ocupación de sus tierras. La obra de su vida además de la fotográfica incluye los veinte volúmenes que escribió bajo el título genérico: “The North American Indian”, cuyo primer tomo fue publicado en 1907 y el último de esta primera edición en 1930. Para recaudar dinero y llevar a cabo su labor estuvo obligado a pedir dinero al millonario banquero Morgan o a rodar películas de género indio como “In the Land of the War Canoes” (1914), donde convierte a unos pescadores de salmones en cazadores de ballenas, pues tenía que falsear la realidad para hacerlas atractivas al público. Pero eso le permitió llevar adelante su vasta obra de veinte volúmenes cada uno de los cuales está dedicado a una tribu particular o a un grupo de ellas, así como realizar miles de fotografías. Murió nuestro fotógrafo y etnógrafo amateur en 1952, en pleno olvido y hasta los años 70 del pasado siglo no volvería a haber interés por su trabajo y su legado.
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